

¡argumento!,
¡exigió!
y ¡suplico!,
¡en un salto
las escaleras
del recinto de los diputados
subió!
sujetándose el sombrero
que el coraje amenazaba
con tirar al suelo,
¿“no ha de ser la mujer menos que un
mendigo, les preguntó”?,
“este tiene el derecho al voto”,
¿“ha de ser menos, ese ser
que en su cuerpo
se horneó el pan de la vida”?
¡“Soberbios”!
¡“es que estáis ciegos”!
¡“o es que os asalta
el temor de veros superados
por madres, esposas y hermanas”!,
¡“que poca gentileza
se asienta en vuestro cerebro”!
con nitidez, expuso y argumentó
y con decisión dio el paso
y su sombrero femenino,
se desprendió de su cabeza
para abrirse paso ante
tanto bombín apergaminado,
¡Clara Campoamor!
se desprendió de sí misma
ante tantos impasibles,
y temiendo que los latidos del corazón
le desgarraran el vestido dijo:
¡“el voto es también
nuestro derecho,
el de todas las mujeres
que hasta hoy
han estado oprimidas y marginadas”!,
y con su dialéctica
y su desafío verbal
¡Clara!
logró vencer la abstracción
y sacar a la mujer
de la sabana
y el mantel.
¡Acaso olvidáis
que una mujer
que puede concebiros y alumbraros,
no es capaz de iluminar
caminos!
¡Clara Campoamor!
Logró vencer
los desatinos masculinos
al precio más alto,
el que exilia al ciudadano
de su país, de su familia
y de su raíz,
cuántas veces ella
soñó que volvía
pero tan sólo era un sueño
que no tomo vida,
por la culpa de aquellos que temían que Clara,
voluntariosa y con ingenio,
tendiera puentes
y abriera las puertas
y ventanas
a derechos y verdades,
y por ello languideció
exiliada en Suiza,
pero hoy
la historia
¡no la olvida!
