Oro y
Plata.
“¡Albricias!” exclamaría hoy el
Capitán Alvear, ante el regreso a España, de la carga de oro y plata de la
Mercedes. Fragata que estando a una jornada de Cádiz, regresaba de Perú, y fue abatida
en Octubre de 1804 por barcos ingleses. Nuestra señora de la Mercedes, había
salido del puerto Callao con numerosas familias que regresaban a la madre
patria, perdiendo la vida a un día de la costa de Cádiz. El mismo Capitán
Alvear, contemplo horrorizado desde otra embarcación como la fragata voló por los
aires perdiendo a su esposa, siete hijos y su fortuna.
En el 2007, la compañía Odissey
dedicada a la recuperación de tesoros marinos, pretendía quedarse con miles de
monedas de plata y oro, de la Mercedes. Pero no contaban con el buen hacer de
los abogados españoles y un tratado antiguo, que muy oportunamente presentó la
administración Obama, en vigencia en la actualidad. En dicho tratado, esta
pactado que los barcos españoles, hundidos en guerra, tendrían la misma
inmunidad que los de Estados Unidos. Afortunadamente, la presentación de dicho
documento ante el tribunal, fue determinante para el regreso a España de tan
valiosa carga.

¡Cuanto nos gustaría a muchos
ciudadanos!, que ocurriera lo mismo con el regreso y recuperación de esos
capitales que se han volatilizado como por arte de magia a paraísos fiscales.
Pues si esto sucediera, nuestra economía, tendría mejor salud y se evitarían
esas cartas de disculpa a muchos jubilados por la subida del IRPF, que ha sido
como quitarles, el pan diario. No todos somos iguales y ellos más que nadie, lo
saben y lo sufren, ya que no han podido pactar sus jubilaciones y seguir
cobrando pensiones millonarias, y a la vez sentarse de consejeros de tal o cual
empresa (entre ellas la SGAE) cobrando sueldos de escándalo que tenemos que
subvencionar en las facturas de la luz y gas que llegan mensualmente a nuestros
hogares. Estas son sanguijuelas que llevamos al cuello, imposibles de evitar.
Seguro que el Capitán Alvear, exclamaría -”Vive Dios, que no todos, somos
iguales”- pues ellos, los jubilados, la inmensa mayoría, sufren en su piel la
realidad de la incompatibilidad de cobrar una pensión mísera, sin poder
alternarla con otro sueldo que diera dignidad a sus días y ellos que no son
iguales, lo lamentan, más que nadie.