03 abril 2012


Oro y Plata.

“¡Albricias!” exclamaría hoy el Capitán Alvear, ante el regreso a España, de la carga de oro y plata de la Mercedes. Fragata que estando a una jornada de Cádiz, regresaba de Perú, y fue abatida en Octubre de 1804 por barcos ingleses. Nuestra señora de la Mercedes, había salido del puerto Callao con numerosas familias que regresaban a la madre patria, perdiendo la vida a un día de la costa de Cádiz. El mismo Capitán Alvear, contemplo horrorizado desde otra embarcación como la fragata voló por los aires perdiendo a su esposa, siete hijos y su fortuna.

En el 2007, la compañía Odissey dedicada a la recuperación de tesoros marinos, pretendía quedarse con miles de monedas de plata y oro, de la Mercedes. Pero no contaban con el buen hacer de los abogados españoles y un tratado antiguo, que muy oportunamente presentó la administración Obama, en vigencia en la actualidad. En dicho tratado, esta pactado que los barcos españoles, hundidos en guerra, tendrían la misma inmunidad que los de Estados Unidos. Afortunadamente, la presentación de dicho documento ante el tribunal, fue determinante para el regreso a España de tan valiosa carga.

¡Cuanto nos gustaría a muchos ciudadanos!, que ocurriera lo mismo con el regreso y recuperación de esos capitales que se han volatilizado como por arte de magia a paraísos fiscales. Pues si esto sucediera, nuestra economía, tendría mejor salud y se evitarían esas cartas de disculpa a muchos jubilados por la subida del IRPF, que ha sido como quitarles, el pan diario. No todos somos iguales y ellos más que nadie, lo saben y lo sufren, ya que no han podido pactar sus jubilaciones y seguir cobrando pensiones millonarias, y a la vez sentarse de consejeros de tal o cual empresa (entre ellas la SGAE) cobrando sueldos de escándalo que tenemos que subvencionar en las facturas de la luz y gas que llegan mensualmente a nuestros hogares. Estas son sanguijuelas que llevamos al cuello, imposibles de evitar. Seguro que el Capitán Alvear, exclamaría -”Vive Dios, que no todos, somos iguales”- pues ellos, los jubilados, la inmensa mayoría, sufren en su piel la realidad de la incompatibilidad de cobrar una pensión mísera, sin poder alternarla con otro sueldo que diera dignidad a sus días y ellos que no son iguales, lo lamentan,  más que nadie.

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