Hoy los debates, proliferan como
las moscas en verano. Sus contenidos se repiten un día si y otro también,
tanto, que llegan a saturar. Es acertado y digerible que un tertuliano exponga
su opinión, pero no lo es tanto, que quiera imponer su criterio o que intente
monopolizar todo el tiempo del debate. Menos soportable es aun, que levante la
voz para hablar y no dejar hacerlo a quien esta en desacuerdo con su teoría y
su criterio hasta el extremo de gritar estridentemente, pues todo ello resulta
de una mala educación irritante, y más
cuando el moderador, deja hablar hasta la saciedad a quien le interesa y
corta sin ningún miramiento en las primeras palabras al que respira en otra
ideología distinta a la suya. Seria fantástico y atrayente, que los debates
fueran una ventana abierta para la exposición correcta de problemas bien sea
políticos, sociales o más mundanos y frívolos. Pero que sean una bocanada de
aire fresco, que se dejen hablar unos a otros y lo hagan escuetamente, no como
un monologo y que después de su exposición aporten ideas para paliar dichos
problemas. Ello, atraería al espectador y no le dejaría con el peso del mundo
encima y con una carga de agobio sin limites.
Señores, debates si, pero no
tóxicos ni llenos de fanatismos, que sean ágiles y objetivos, pues actualmente,
más parecen un telediario funesto y desalentador que lo que debieran ser, un grupo
de personas orquestadas por un moderador templado y ecuánime, y unos participantes que expongan su punto de vista
correctamente y respetando los turnos de intervención, no como sucede en muchos
debates, que por pisar y apabullar, se sientan con la consigna del "todo
vale". Amigos, agradeceríamos debates de calidad en los que prime la
inteligencia, esas neuronas ausentes en demasiados participantes que les hace
no tener criterio propio y dedicarse a echar por tierra los argumentos que
exponen los demás sin aportar nada inteligente. Hacen falta en ellos personas
validas por su saber y no por ser el que más ruido hace. Esas exigencias nos
evitarían tener que soportar a muchas tontas de rimel recargado, carnes al aire
y a muchos creídos de tupé injertado, engreídos y que se creen el
"vellocino de oro". Si los directores de dichos programas tuvieran
algo de esto en cuenta y respetaran más la inteligencia del colectivo
ciudadano, estaríamos menos tensionados todos. Pues amigos ni los cerdos comen
todo lo que se les echa.
Es indignante
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