02 septiembre 2009

* UN PADRE, UN NOMBRE.


Una tarde se fue mi padre, encadenado a otro tiempo más liviano que el que le tocó vivir, la intemporalidad que tiene la vida, así lo quiso.

Y empecé a caminar con mi nombre desnudo, él ya no podía respaldar físicamente su apellido, ¡todo se volvió etéreo en la realidad del duelo!

El dolor creció en el paso de los días, semanas y meses hasta que en el horizonte empezó a disminuir al compás de una puesta de sol. Fue ahí, donde casi desapareció, y le hablé, en ese instante de nube lejana en que volví a reflejarme en su cómplice mirada.

¡Vuelvo a contemplar el mar, en el cual se pierde un pequeño velero que en su estela deletrea un nombre en medio del silencio!


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